Tal vez me sigues en redes, o has leído un poco de mi historia, o nada de todo ello.

Así que empiezo de cero: ¡Hola! Me llamo Meritxell y soy madre de una niña por donación de gametos.

Me gustaría compartir contigo cómo he vivido yo este proceso emocionalmente; las diferentes etapas por las que he pasado y sigo pasando y los “darme cuenta” que voy experimentando, por si eso te sirve a ti.

¡Empecemos!

Si este texto tuviera un subtítulo, sería “De la militancia a la atención al cuidado”.

Lo titularía así porque cuando ya decidimos con mi pareja dar ese salto que es la renuncia genética, yo me posicioné (los dos, en realidad) en un lugar muy militante.

Tomé la bandera del “será mi hij@ igual”, “la genética no importa”, “amor universal”, “todos somos uno” y “se lo contaremos TODO desde SIEMPRE” y la paseé entre mis amig@s y familia que tuve la suerte de que me apoyaran y me acompañaran en todo ello.

Hay que decir que mi padre, alguna que otra vez, había plantado la semilla de… ¿y los demás? ¿sus compañer@s? ¿el mundo? ¿cómo lo verán? ¿le harán daño con eso?…

Sin embargo, por aquellos entonces yo solo podía cantar las maravillas de la donación de gametos, sin más. Sin más reflexión. Iba a corazón abierto con mi deseo de ser madre y todas las posibilidades que se abrían ante mí y que hacían que casi pudiera tocar con mis dedos ese sueño que para muchos no había costado nada y para mí estaba siendo una pesadilla.

El embarazo a la primera y una niña sana y maravillosa llegaron a mi vida. Y aquí, algunas cosas cambiaron…

Ahora ya no era yo y mi bandera, ahora ya éramos tres. Un ser sintiente, con vida y entidad propia y distinta a mí que era tan bella como diferente físicamente. Entonces llegaron las miradas escrutadoras (o a mí me lo parecían): ¿a quién se parece? ¿de quién es ese pelo?

Todo aquello me importaba cero, pero encontrarme ante esas preguntas afiladas de gente de mi entorno menos directo (como digo, la familia, l@s amig@s y ella misma lo saben) me obligaba a pensar en respuestas y me obligaba a mirar más cerca y con más realidad aquello que cuando estaba en mi barriga era “solo” magia. Lo que yo llamo en este post, romantización.

Como sociedad, tenemos la necesidad de hallar parecidos, de reconocer en los rasgos físicos de esa bebé a la tribu de la que forma parte y de ahí, las preguntas que se repiten incansables, sobre todo el primer año de vida, en mi experiencia.

Y con todo ese mogollón que es la maternidad, llegó la leona. Esa que me llevaba a proteger a mi bebé como nunca a nadie antes y que me ponía en alerta de todos los peligros que pudieran hacer daño a mi cría. Mamífera total.

Es desde ahí que decidí (de forma inconsciente) empezar a ser selectiva con a quién compartía la información y a quién no. Empezaba a ponerle más CONSCIENCIA.

Con su crecer e irse desarrollando en un pequeño ser humano con su carácter, su forma de ser, y sobre todo, su dignidad y su derecho a la intimidad, nació mi proyecto que es este que tienes entre manos.

Fue ahí dónde me planteé cómo hallar el equilibrio entre respetar su privacidad (no olvidemos que es SU historia sobre SUS orígenes) y ayudar a mujeres que estáis en ese camino a través de mí.

En estos dos años ya casi, he seguido perfilando este tema y nunca comparto el tratamiento exacto que me llevó a ella en redes. Ya luego con vosotras en terapia, con unos oídos (los vuestros), que saben desde dónde hablo, me siento en casa y siento que es un espacio cuidado en el que puedo compartir.

Es aquí cuando me doy cuenta de que me encuentro en otro momento distinto del inicio: la atención al cuidado.

Por último, a finales del año pasado, conocí a una persona que es nacido por donación anónima y que ya es un hombre hecho y derecho con una cabeza muy bien amueblada y unas ideas muy claras. Escuchar lo que él tenía que decir me removió la entraña y me abrió (aún más) la mente.

Le agradeceré eternamente el haberme abierto otra perspectiva: la de l@s nacid@s por donación anónima que si quisieran, no podrán tener acceso a la información sobre sus orígenes genéticos y cómo eso a él le hace sentir.

Hay otros sentires, por supuesto, pero a mí es el suyo el que me llevó a la propuesta del GRUPO DE DUELO GENÉTICO.

Mi objetivo, ayudar a las madres (y padres) que quieran vivir esta forma de serlo con total consciencia y apertura a la vida, lejos de secretismos, culpabilidades y tabúes.

LO QUE QUIERO DECIR CON TODO ESTE TEXTO es que los SIEMPRE y NUNCA, los TODO y NADA no valen para este proceso. Los sentires se suceden y se transforman, igual que yo lo hago como madre y ella como hija, y está bien. Nada es estático en esta vida.

Estoy abierta y dispuesta a seguir acompañándome, acompañándoos y sobre todo, acompañándola a ELLA, en lo que surja: esto y todo lo demás…

… Para eso la traje al mundo ¿no?

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